Era una noche fria y oscura, una menuda garua golpeaba el rostro de José Cristino quien maldijo entre dientes haberse comprometido con el patrón a conseguirle aquellos conejos para el día siguiente, pero necesitaba aquel dinero pues ya venía en camino su quinto hijo y había que comprar los alistes. Menos mal y abundaba la caza y él era considerado como el mejor cazador de la comarca.
El haz lumínico procedente de la lámpara ajustada en la frente de José Cristino cortaba la penumbra escrutando el horizonte en busca del brillo de los ojos de los conejos.
Aquella noche la suerte no parecía acompañar al cazador pues a pesar de estar en una zona donde abundaban los conejos no había encontrado al primero.
La luz del foco iluminó unos ojos brillantes... falsa alarma, era una zorra patona, sintió que la cabeza se le ponia grande; aquello no era buena señal.
La llovizna arreciaba un poco y empezaba a ventiscar, "debí hacerle caso a esa vieja bruja hp," recordaba lo que le había dicho la vieja Genoveva su vecina quien era la curandera de la vereda. También su mujer le había rogado que no saliera esa noche, pero la necesidad como dicen - tiene cara e perro - por eso lo hizo.
Se había alejado más de lo acostumbrado y sólo búhos encontraba pordoquier, "nojoda yo voy es pa la casa" decidió por fin.
Emprendió el viaje de regreso con su mochila terciá y su escopeta al hombro; cansado, abatido por no alcanzar su objetivo. encendió su tercer tabaco de la noche lanzando un escupitajo.
A pocos metros, al borde del tupido bosque la luz de la lámpara enfocó la coneja más grande que jamás habia visto; presuroso le apuntó con su vieja escopeta y amartilló; el humo de la pólvora lo cegó por un instante y al disiparse se sorprendió al ver comiendo a la coneja como si nada; no solía fallar "debí recargar mal ese cartucho" pensó y avanzó un par de pasos y recargó con otro cartucho la escopeta y disparó, volvió a fallar "bueno y que me pasa esta noche nojoda, estoy jodio" se lamentó. Avanzó más hacia la coneja que parecía ignorarlo y seguía comiéndo como si nada en el mundo. recargó está vez con un cartucho original, apuntó y disparó... increíble pero la coneja seguía allí comiendo tranquilamente.
"choz, esa vaina es una bruja" pensó José Cristino al tiempo que un enorme pájaro pasaba volando sobre su cabeza y su canto era una risotada burlona y luego otra y otra. Se le puso la piel de gallina, sintió miedo por primera vez en su vida y salió corriendo pero tropezó con una enorme puerca y rodó por el suelo, aquella puerca reía burlandose de él.
Se levantó y salió corriendo como loco, el bosque parecía girar en torno suyo... estaba perdido.
Corría, sin importarle que la zarza lacetara su cuerpo y rostro, rasgando su vestido; tropezando, caía y se levantaba y siguió corriendo hasta caer extenuado... ya no supo más.
La mañana siguiente al no regresar se temió lo peor y se organizó un grupo de vecinos para buscarlo. Antes de salir la vieja Genoveva les aconsejó que miraran hacia arriba; no entendieron que quiso decir, pero lo comprendieron cuando encontraron a José Cristino subido en una bonga altísima, nadie se explicaba como había llegado hasta allá, pues subirse era imposible. Bajarlo tampoco fue fácil y más en las condiciones en que se encontraba.
Dicen que aquella noche había aquelarre, era noche de brujas, aunque solo eran chismes de la gente, lo que si es cierto es que José Cristino no volvió a salir de caza y cuando le hablaban de Brujas decía: "de que las hay las hay"
Por: Marto López
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