Por: Marto López
York y Misy eran unos jóvenes conejitos que vivían en la pradera junto al gran bosque con sus padres; ellos estudiaban en la escuela que quedaba en un extremo de la pradera.
Su madre se levantaba temprano para alistarles para ir al colegio, les bañaba, vestía, preparaba el desayuno y revisaba que llevarán sus tareas correctamente realizadas; aquella mañana se les hizo un poco tarde, había estado lloviznando, les preparó su desayuno favorito, zanahorias con miel.
Papá conejo como de costumbre les advirtió alejarse del bosque porque en él habitaban muchos animales que podrían devorarles.
York y Misy salieron de prisa, a la profesora no le gustaba que llegasen tarde; a mitad de camino York, que era muy hiperactivo, al mirar su reloj supo que llegarían tarde, no quería que la profesora le regañara y le dejara más tareas como castigo; le sugirió a su hermana Misy que tomarán el sendero que atravesaba un tramo del bosque y así llegar a tiempo; su hermana se sorprendió y se opuso rotundamente, recordándole las advertencias de su papá, pero York era terco y muy desobediente, dijo que él se iría solo; nada pudo hacerle cambiar de idea, Misy siguió por la senda acostumbrada, ella era muy calmada y consciente; la conejita estaba preocupada, sabía que la vida de York estaba en peligro.
York se adentró en el bosque por el sendero, pronto se dio cuenta que el bosque era como un laberinto y no sabía cuál sendero seguir; la vegetación era tupida, los árboles frondosos, escuchaba ruidos extraños por doquier, sintió mucho miedo.
A medida que avanzaba la visibilidad era menor, una espesa bruma cubría esa parte del bosque; no sabía hacía dónde seguir; de pronto escuchó un ruido cerca, un ronquido gutural que identificó de inmediato… el tigre!.
Corrió como loco alejándose del lugar, pero el felino parecía olfatearle pues le seguía los pasos. Vio un enorme árbol con protuberantes raíces que formaban cuevas en su tallo y sin pensarlo dos veces se ocultó entre aquellas raíces.
- Mejor métete en esa caverna conejito, es poco profunda y está desocupada, pues si te quedas allí el tigre te encontrará rápidamente.
Quien le habló desde una de las ramas del frondoso árbol era el señor búho.
El conejito York dudó un instante, desconfiaba del búho, pero aquel ave tenía razón, así que saltó hacia la pequeña caverna, no demoró en aparecer el imponente tigre, olfateaba el ambiente y se detuvo frente al árbol.
- Que buscar por estos lares tigre, acaso perdiste algo?
- Deja de preguntar sandeces búho, no seas metiche.
- Deja el mal humor tigre, solo preguntaba.
- Tu que has estado allí acampado, y se que tienes buena vista ¿no has visto un conejo pasar por aquí?
- La verdad no, pero si hueles algo es porque anoche cene conejo y estoy bastante lleno, estaba delicioso.
- Cállate imbécil, no sigas, seguro te ventoseaste y el olor se propagó.
- Jajaja espero sepas disculparme
- Muérete…
El tigre se alejó de muy mal humor.
El búho espero un tiempo prudencial y llamó al conejito para que saliera.
- Ya se fue, tranquilo puedes salir con confianza
- No me vaya a comer señor búho, es que me perdí en el bosque y no se como llegar a la escuela.
El búho respiró profundo y meneó la cabeza circular mente, recordó algo que le había acontecido un día en la pradera cuando se golpeó contra un poste y se rompió un ala, sino fuera porque un conejo le ayudó y protegió hasta sanar su ala habría muerto, por agradecimiento prometió no comer conejos.
- Quizás no me creas pero voy a ayudarte a salir del bosque, pon mucha atención; hay una ruta que debes seguir, aunque es muy peligrosa, es la única manera que puedas salir con vida de este lugar, no debo intervenir es cierto, son los códigos del bosque, pero es un deber ético y moral que me mueve hacerlo por agradecimiento a los conejos que un día me ayudaron.
- Ayúdeme señor búho, me han dicho que usted es muy sabio.
- Deberás seguir hacia el norte, primero encontrarás una zona donde el bosque es menos denso, allí vive el tigre, ya lo has visto, es muy astuto y tiene buen olfato, procura que no te vea; luego encontraras una zona pantanosa de helechos y palmeras, allí vive el señor cocodrilo, si logras pasar el río encontrarás una zona descubierta, es la región del águila, tiene una excelente vista y es muy rápido para cazar; si logras pasar estarás fuera del bosque.
- Suena muy difícil, creo que será imposible para mi salir de este bosque.
- Todo depende de ti, si eres capaz de sobrepasar cada prueba mereces salir de aquí, si no estás convencido de ello, serás alimento de los depredadores.
El conejito York dio las gracias al búho y siguió por donde éste le había indicado; al llegar a la zona del tigre se le ocurrió una idea, se disfrutaría de zorrillo para engañar al tigre, así que tomó unas moras silvestres y se unto por el cuerpo, se hizo una frondosa cola con fibras de palmitos y se impregnó el cuerpo con flores de azufre.
Al pasar cerca de unas rocas de pronto el tigre le saltó al frente.
- Zorrillo acaso eres idiota? Estoy canso de advertirte que no pases por aquí, detesto tu fétido olor.
- Disculpa tigre, solo voy de paso.
- Hueles horrible insecto, fuera de aquí…
- Ya me voy, no te enojes
El zorrillo, digo el conejito, salió de prisa, con lo que no contaba era que se callera la cola; el tigre entonces recapacitó y se dio cuenta del engaño.
- Maldito conejo, me has engañado…
El conejo corrió como loco, el tigre lo seguía, pronto le daría alcance, era inevitable, ya estaba a tiro de alcanzarlo cuando el conejito vio una madriguera y no lo pensó dos veces.
Se metió en la madriguera sintiendo el aliento del tigre cerca, este intento cavar pero la madriguera era profunda, estaba oscura, de pronto tropezó con algo o alguien, ambos cayeron, era el señor armadillo.
- Carajo quien diablos eres? Q haces en mi hogar?
- Usted perdone haber entrado así sin tocar; soy York el conejo
- Me importa un bledo quien seas, sal por donde entrantes o tendrás problemas…
- Por donde entré no, allí está el señor tigre que quiere comerme
- Es tu problema, sal por allí y procura bañarte, hueles horrible.
El señor armadillo le había señalado otra salida.
- Gracias señor armadillo
Al salir a cierta distancia pudo correr rápido y entrar en la zona pantanosa, pero el tigre se dio cuenta e inició la persecución; York era rápido y logró llegar al río y vio una empalizada natural, por allí podía pasar al otro lado, corrió veloz, detrás suyo el tigre se acercaba, sin saberlo y dada la prisa que traía, pasó por sobre el caimán que estaba en medio de la empalizada tomando el sol, cuando este quiso reaccionar ya York había pasado, pero se dio cara a cara con el tigre, se miraron con odio e iniciaron una feroz lucha; mientras el conejito se ocultó bajo un arbusto para no ser detectado por el águila; bajo ese arbusto encontró una vieja concha de un morrocoy que había muerto en ese lugar; era grande, podría caber dentro de él; pensó una idea genial.
El águila imperial vio con detenimiento aquella tortuga atravesar la planicie sin inmutarse.
York vio el límite del terreno destapado, estaba cerca; de pronto se dio de cara con unas afiladas garras que se atravesaban en su camino.
- Morrocoy, morrocoy, vas de paseo y no invitas?
Era el viejo águila.
- Voy a la pradera águila, a visitar unos parientes
- Porque tienes las patas tan peludas morrocoy?
- No he tenido tiempo de rasurarme
- Y esas orejas tan grandes?
- Son para oír mejor; bueno viniste a burlarte o qué?
- Por supuesto que no amigo morrocoy, solo que no había notado ni siquiera tu cola peluda.
- Tu tienes plumas y nadie te dice nada
- Mejor vete morrocoy, hueles feo a zorrillo mojado.
- Apenas ayer me bañe águila, en cambio de ti no lo creo
- Me baño cuando llueve, solo que estamos en verano, además no huelo mal.
- Eso dices tu.
- Lárgate infeliz y procura pegarte un baño.
Así el conejito York logró salir del bosque, cerca al colegio, donde lo esperaban ansiosos sus compañeros. Desde ese día se propuso ser más obediente y hacer caso a sus padres.
Fin