Vistas de página en total

domingo, 18 de septiembre de 2022

EL CONEJITO DESOBEDIENTE

Por: Marto López


York y Misy eran unos jóvenes conejitos que vivían en la pradera junto al gran bosque con sus padres; ellos estudiaban en la escuela que quedaba en un extremo de la pradera.
Su madre se levantaba temprano para alistarles para ir al colegio, les bañaba, vestía, preparaba el desayuno y revisaba que llevarán sus tareas correctamente realizadas; aquella mañana se les hizo un poco tarde, había estado lloviznando, les preparó su desayuno favorito, zanahorias con miel.
Papá conejo como de costumbre les advirtió alejarse del bosque porque en él habitaban muchos animales que podrían devorarles. 
York y Misy salieron de prisa, a la profesora no le gustaba que llegasen tarde; a mitad de camino York, que era muy hiperactivo, al mirar su reloj supo que llegarían tarde, no quería que la profesora le regañara y le dejara más tareas como castigo; le sugirió a su hermana Misy que tomarán el sendero que atravesaba un tramo del bosque y así llegar a tiempo; su hermana se sorprendió y se opuso rotundamente, recordándole las advertencias de su papá, pero York era terco y muy desobediente, dijo que él se iría solo; nada pudo hacerle cambiar de idea, Misy siguió por la senda acostumbrada, ella era muy calmada y consciente; la conejita estaba preocupada, sabía que la vida de York estaba en peligro.
York se adentró en el bosque por el sendero, pronto se dio cuenta que el bosque era como un laberinto y no sabía cuál sendero seguir; la vegetación era tupida, los árboles frondosos, escuchaba ruidos extraños por doquier, sintió mucho miedo.
A medida que avanzaba la visibilidad era menor, una espesa bruma cubría esa parte del bosque; no sabía hacía dónde seguir; de pronto escuchó un ruido cerca, un ronquido gutural que identificó de inmediato… el tigre!.
Corrió como loco alejándose del lugar, pero el felino parecía olfatearle pues le seguía los pasos.  Vio un enorme árbol con protuberantes raíces que formaban cuevas en su tallo y sin pensarlo dos veces se ocultó entre aquellas raíces.
- Mejor métete en esa caverna conejito,  es poco profunda y está desocupada, pues si te quedas allí el tigre te encontrará rápidamente.
Quien le habló desde una de las ramas del frondoso árbol era el señor búho. 
El conejito York dudó un instante, desconfiaba del búho, pero aquel ave tenía razón, así que saltó hacia la pequeña caverna, no demoró en aparecer el imponente tigre, olfateaba el ambiente y se detuvo frente al árbol.
- Que buscar por estos lares tigre, acaso perdiste algo?
- Deja de preguntar sandeces búho, no seas metiche.
- Deja el mal humor tigre, solo preguntaba.
- Tu que has estado allí acampado, y se que tienes buena vista ¿no has visto un conejo pasar por aquí?
- La verdad no, pero si hueles algo es porque anoche cene conejo y estoy bastante lleno, estaba delicioso.
- Cállate imbécil, no sigas, seguro te ventoseaste y el olor se propagó.
- Jajaja espero sepas disculparme
- Muérete…
El tigre se alejó de muy mal humor.
El búho espero un tiempo prudencial y llamó al conejito para que saliera.
- Ya se fue, tranquilo puedes salir con confianza
- No me vaya a comer señor búho, es que me perdí en el bosque y no se como llegar a la escuela.
El búho respiró profundo y meneó la cabeza circular mente, recordó algo que le había acontecido un día en la pradera cuando se golpeó contra un poste y se rompió un ala, sino fuera porque un conejo le ayudó y protegió hasta sanar su ala habría muerto, por agradecimiento prometió no comer conejos.
- Quizás no me creas pero voy a ayudarte a salir del bosque, pon mucha atención; hay una ruta que debes seguir, aunque es muy peligrosa, es la única manera que puedas salir con vida de este lugar, no debo intervenir es cierto, son los códigos del bosque, pero es un deber ético y moral que me mueve hacerlo por agradecimiento a los conejos que un día me ayudaron.
- Ayúdeme señor búho, me han dicho que usted es muy sabio.
- Deberás seguir hacia el norte, primero encontrarás una zona donde el bosque es menos denso, allí vive el tigre, ya lo has visto, es muy astuto y tiene buen olfato, procura que no te vea; luego encontraras una zona pantanosa de helechos y palmeras, allí vive el señor cocodrilo, si logras pasar el río encontrarás una zona descubierta, es la región del águila, tiene una excelente vista y es muy rápido para cazar; si logras pasar estarás fuera del bosque.
- Suena muy difícil, creo que será imposible para mi salir de este bosque.
- Todo depende de ti, si eres capaz de sobrepasar cada prueba mereces salir de aquí, si no estás convencido de ello, serás alimento de los depredadores.
El conejito York dio las gracias al búho y siguió por donde éste le había indicado; al llegar a la zona del tigre se le ocurrió una idea, se disfrutaría de zorrillo para engañar al tigre, así que tomó unas moras silvestres y se unto por el cuerpo, se hizo una frondosa cola con fibras de palmitos y se impregnó el cuerpo con flores de azufre.
Al pasar cerca de unas rocas de pronto el tigre le saltó al frente.
- Zorrillo acaso eres idiota? Estoy canso de advertirte que no pases por aquí, detesto tu fétido olor.
- Disculpa tigre, solo voy de paso.
- Hueles horrible insecto,  fuera de aquí…
- Ya me voy, no te enojes 
El zorrillo, digo el conejito, salió de prisa, con lo que no contaba era que se callera la cola; el tigre entonces recapacitó y se dio cuenta del engaño.
- Maldito conejo, me has engañado…
El conejo corrió como loco, el tigre lo seguía, pronto le daría alcance, era inevitable,  ya estaba a tiro de alcanzarlo cuando el conejito vio una madriguera y no lo pensó dos veces.
Se metió en la madriguera sintiendo el aliento del tigre cerca, este intento cavar pero la madriguera era profunda, estaba oscura, de pronto tropezó con algo o alguien,  ambos cayeron,  era el señor armadillo.
- Carajo quien diablos eres? Q haces en mi hogar?
- Usted perdone haber entrado así sin tocar; soy York el conejo
- Me importa un bledo quien seas, sal por donde entrantes o tendrás problemas…
- Por donde entré no, allí está el señor tigre que quiere comerme 
- Es tu problema, sal por allí y procura bañarte, hueles horrible.
El señor armadillo le había señalado otra salida.
- Gracias señor armadillo 
Al salir a cierta distancia pudo correr rápido y entrar en la zona pantanosa, pero el tigre se dio cuenta e inició la persecución; York era rápido y logró llegar al río y vio una empalizada natural, por allí podía pasar al otro lado, corrió veloz, detrás suyo el tigre se acercaba, sin saberlo y dada la prisa que traía, pasó por sobre el caimán que estaba en medio de la empalizada tomando el sol, cuando este quiso reaccionar ya York había pasado, pero se dio cara a cara con el tigre, se miraron con odio e iniciaron una feroz lucha; mientras el conejito se ocultó bajo un arbusto para no ser detectado por el águila; bajo ese arbusto encontró una vieja concha de un morrocoy que había muerto en ese lugar; era grande, podría caber dentro de él; pensó una idea genial.
El águila imperial vio con detenimiento aquella tortuga atravesar la planicie sin inmutarse.
York vio el límite del terreno destapado, estaba cerca; de pronto se dio de cara con unas afiladas garras que se atravesaban en su camino.
- Morrocoy, morrocoy, vas de paseo y no invitas?
Era el viejo águila.
- Voy a la pradera águila, a visitar unos parientes
- Porque tienes las patas tan peludas morrocoy?
- No he tenido tiempo de rasurarme
- Y esas orejas tan grandes?
- Son para oír mejor; bueno viniste a burlarte o qué?
- Por supuesto que no amigo morrocoy, solo que no había notado ni siquiera tu cola peluda.
- Tu tienes plumas y nadie te dice nada
- Mejor vete morrocoy, hueles feo a zorrillo mojado.
- Apenas ayer me bañe águila, en cambio de ti no lo creo
- Me baño cuando llueve, solo que estamos en verano, además no huelo mal.
- Eso dices tu.
- Lárgate infeliz y procura pegarte un baño.
Así el conejito York logró salir del bosque, cerca al colegio, donde lo esperaban ansiosos sus compañeros. Desde ese día se propuso ser más obediente y hacer caso a sus padres.
 
Fin

EL PECESITO QUE QUERIA VOLAR

Por: Marto López 



Se pasaba horas mirando volar a las aves desde un lugar estratégico en el arrecife; respiraba profundo cuando alguna pasaba por sobre su cabeza, con tanta libertad y elegancia; como le gustaría poder volar! Era su gran sueño, imaginaba el viento pegar en su cara… 
Todos los días llegaba puntual al sitio, Greco lo observaba entre burlón y extrañado,  y pensaba sobre lo que pretendía aquel escuálido pecesillo. 
Greco era un cangrejo adaptado a vivir entre las aguas dulces de los manglares y la salada del mar, era su ambiente.
Un día no pudo resistirse más y decidió abordarle muy discretamente para no asustarle.
- Te he estado observando día tras día pecesito y me gustaría saber que es lo que te atrae tanto.  No temas, no te haré daño, soy Greco
El pecesillo le miró de soslayo, a la expectativa, pero se mantuvo en su lugar, sin intentar huir.
- Hola soy Neko, miro a las aves, me gusta verlas volar.
- Es peligroso, esas aves que ves se alimentan de peces, podrían atraparte en un abrir y cerrar de ojos.
- Lo se, me lo han advertido, por eso escogí este lugar, les resultaría difícil sorprenderme.
- Si, el sitio no está mal, tienes razon; entonces es por eso que vienes a diario? 
- Me gustaría volar como ellas…
- Ja ja ja vaya si eres gracioso, acaso no sabes que los peces no vuelan, nadan
- Algunos vuelan
Dijo una vos ronca, traspasosa,  a sus espaldas, los dos voltearon rápidamente y allí estaba, imponentemente desgarbada, con su desteñido plumaje que indicaba su avanzada edad.
Era Gavy Tassos, famosa gaviota habitante del arrecife.
- Gavy no te sentí llegar
Dijo Greco
- Es mi costumbre ser sigilosa, silenciosa, al momento de cazar mi comida, pero no se preocupen, no es el caso; igual yo te he estado observando pecesito, se lo que deseas. 
- Oye Gavy, no pretenderas…
Dijo Greco poniéndose a la ofensiva 
- Claro que no, me permiten les contaré que una vez al intentar atrapar un bello pez de un cardumen en una playa lejana calculé mal el lance, me avergüenzo, y fallé el intento y caí al agua golpeándome feo y enredandome entre unos electos marinos, me estaba ahogando cuando él llegó, era un largo, brillante y estilizado pez, pensé que me demoraría, pero no, me ayudó a liberar y me condujo hasta una roca del alcantarillado, yo no podía volar, tenía un ala fracturada; pero ese pez si, lo vi salir de prisa, saltar y planear por las corrientes de aire usando sus largas aletas. Se unió a su cardumen y desaparecieron, no pude ni darle las gracias.
- Pero que dices Gavy, no puedo creer tu historia
- A mi me suena familiar, mi padre me contaba una parecida…
Dijo Neko tímidamente.
- Los peces no pueden volar, todos lo sabemos…
- No me incluyas Greco, he visto cosas aún más increíbles que eso en mis largos viajes alrededor del mundo
- Ya comenzaste hacer alarde de tus vivencias Gavy
- Como te llamas hijo?
Preguntó Gavy de repente.
- Neko
- Neko, no se como carajos viniste a parar por aquí, no es la zona que ustedes suelen habitar, eso queda muy lejos, hacia el norte; pero veo que necesitas ayuda, me siento en la obligación moral de hacerlo; aunque debo advertirte que el tiempo lo tengo limitado, pues debo cumplir un compromiso en el archipiélago en cinco días y me toca partir.
- Usted quiere ayudarme señor gaviota?
- Así es, mañana comenzaremos, tenemos tres días para lograrlo. Mañana temprano aquí estaré, no faltes
- Aquí estaré puntual señor
Gavy se elevó majestuosa agitando sus viejas alas.
- No pretenderán creerle a ese viejo y holgazán gaviota pequeño pecesito, seguro quiere devorarte…
- No me comerá señor Greco, puedo sentirlo, lo leo en sus ojos
- De veras eres ingenuo, además no creo que puedas volar, es una locura…
- Si no lo intentas no lo lograras; yo voy a intentarlo, se que puedo, es lo que deseo
- Vaya si eres terco,  en fin, aquí nos vemos mañana.
Al día siguiente,  bien temprano se encontraron los tres en el mismo sitio.  Gavy le dio las instrucciones a Neko de lo que harían y que le tocaba hacer mientras volaban.
- Bien, haremos varios intentos a una altura determinada,  mantén la respiración y cuando te suelte en el aire usa tus aletas y planea sobre las corrientes de aire como lo haces sobre las olas.
- Si, lo haré,  pero a que altura volaremos?
- Inicialmente lo haremos a baja altura, en las siguientes clases iremos aumentando la altura
- Esta bien
Greco permanecía callado, solo al momento cuando ellos se preparaban iniciar intervino.
- Gavy, has pensado en el riesgo que corre Neko? Acaso no ves a esas aves dispuestas a devorarlo a la primera oportunidad?
- Por supuesto que si, es más, ya hablé con ellos, no intervendrán 
- Aaah bueno
Gavy tomó a Neko entre sus patas con mucho cuidado y levantó vuelo hacia la playa abierta.
- Mantén la respiración, cuando alcancemos las corrientes de aire te soltar
Más adelante le gritó
- Listo Neko, allí vas…
Fue solo un instante, Neko se sintió flotar e intentó agitar las alas, pero fue tan rápido todo que calló al mar fuertemente.
Greco se tomó la cabeza con sus tenazas temiendo lo peor.  
- Uff que totazo se dio ese pobre pescadito,  ojalá este vivo
Neko salió de inmediato a la superficie, estaba sonriente, se notaba que el golpe no lo había afectado.
Al reunirse nuevamente Neko manifestó su alegría y deseos de seguir,  su instructor habló largo con él dándole instrucciones de lo que debía hacer para aprovechar las corrientes de aire; lo intentaron varias veces más y suspendieron para el día siguiente.
La siguiente mañana continuaron los ejercicios esta vez desde una altura mayor, no se notaba ningún avance significativo, solo que Neko había aprendido a caer mejor.
El tercer y último día siguieron, a mayor altura, la entrada al agua golpeaba más, Greco insistía en que suspendieron pues Neko se golpeaba muy fuerte al entrar al agua.
- Esta bien Neko, Greco tiene razón, este será el último intento, recuerda que debo partir.
Neko asintió, era justo, se preparó para el nuevo intento, estaba golpeado pero no podía demostrar debilidad en aquel momento.
- Te arrojaré desde más alto, has lo que te he indicado.
Neko estuvo de acuerdo y Gavy levantó el vuelo llevándolo entre sus patas; la brisa pegaba fuerte, al llegar a cierta altura Gavy le avisó y lo soltó, Neko al caer tensionó sus aletas y las movió con dinamismo, la brisa lo segaba, sintió que flotaba y se movía como un pájaro en el cielo, Neko estaba volando.
Greco estaba boca abierta, no lo podía creer.
- Lo hice amigos, pude hacerlo, pude volar, gracias a ustedes por ayudarme.
- Sabia que lo harías.
- ¿Por qué lo dices Gavy? 
Preguntó Greco
- Es que no te das cuenta bobo, es un pez volador, lo supe apenas lo vi
- Un pez volador? Acaso existen?
- Solo míralo…
Neko volaba sobre las horas con tanta destreza que parecía un ave.

Fin






Ver mapa más grande

jueves, 16 de julio de 2020

MITOS Y LEYENDAS DE MI PUEBLO



LA VISITA DEL PATRON
Saga Mitos y Leyendas de mi pueblo
La historia que les voy a contar es real y sucedió hace ya muchos años; es un testimonio de lo que puede hacer la fé y las diferentes maneras como suele manifestarse Dios a través de los santos.
Mi papá quien era negociante de ganado para esa época había comprado un lote de ganado en el cual había invertido todo su capital; llevo el ganado hasta la finca y las soltó en uno de los potreros, se trataba de diez novillas, cinco vacas paridas y un torete.
Resulta que esa noche el ganado fué hurtado, los avigeos hicieron un portillo en la cerca y por allí extrajeron las reses; al día siguiente al darse cuenta avisó a vecinos e iniciaron una búsqueda en toda la región sin hallar pista alguna.
Aquella tarde ya oscureciendo regresó mi papá, se notaba cansado tras tres días de incansable búsqueda, llegó cubierto de polvo y sudor al igual que su caballo... aún no hallaban ni una pista del ganado, era como si se lo hubiese tragado la tierra.
Papá era un tipo muy religioso y esa noche nos reunió y oramos y pedimos Dios que apareciera el ganado, lo cual sería un milagro a esas alturas.
Mi padre era devoto del Patrón Santiago y esa noche le prendió una vela y rezó arrodillado en un rincón. Aquella pérdida significaba la ruina para la familia.
A media noche mi papá escuchó ruidos fuera de la casa, le llamó la atención que los perros no ladracen y pensó que era el burro que había entrado al patio y entreabrió la ventana para cerciorarse y lo que vio le dejó boquiabierto.
Vio un jinete elegantemente vestido de blanco sobre un soberbio caballo blanco con aperos plateados que resplandecian a la luz de la luna; el jinete dió una vuelta por el patio y salió; el tintinar de los resplandecientes aperos se incrementó con el trotar de aquel majestuoso corcel.
Al día siguiente encontramos el lote de ganado encerrado en el corral. No encontramos huellas de caballo en el patio.
Aquel extraordinario evento fué un milagro, producto de la fe de un fiel creyente.
por: Marto López
Ver mapa más grande

MITOS Y LEYENDAS DE MI PUEBLO



EL ENTIERRO
Saga Mitos y Leyendas de mi pueblo
Los entierros y las guacas eran tesoros que dejaron ocultos personas fallecidas, algunos dejaron un custodio que bien podía ser un animal o un espíritu; y aquella persona que lograra "vencer" al custodio podría llevarse el tesoro.
Cuentan que muchos que transitaron por la vía entre Plaza Pelá al El Guamo, que en las horas de la noche podría ver debajo del palo de mango que quedaba después de la ye; una lucecita.Se rumoreaba que allí había un entierro.
En cierta ocasión alguien intentó sacarlo y se dió de cara con un enorme toro negro que lo corretió un buen rato.
Esta información llegó a oídos de cierta persona quien conocía a un experto saca entierros que vivía cerca y quien tenía fama de haber enfrentado al mismísimo perro negro y se vanagloriaba de haberle vencido; así que le contacto y decidieron sacar ese tesoro del que se comentaba que se trataba de un gran cofre repleto de monedas de oro y plata acumuladas por un viejo avaro que habitó por esos lados y del cual se rumoró que había llegado hasta allí huyendo por haber robado a alguien. Adquirió mucha tierra, raras veces se le vió por el pueblo, y el único amigo que se le conoció fue un viejo indio al que todos le tenían recelo porque decían era un brujo que adoptaba diferentes formas animales.
Esperaron la hora adecuada, el experto le advirtió a su acompañante que debía guardar absoluto silencio y permanecer alejado o de lo contrario fracasarian.
A las diez de la noche salieron de Plaza Pelá de a pie hacia El Guamo, el saca entierros iba equipado con las herramientas necesarias para tales menesteres.
Al llegar a la ye que forma el camino doblaron a la derecha y al doblar la curva alcanzaron a ver el frondoso palo de mango y al pie del mismo una tenue luz; la noche estaba muy oscura, la luna se ocultaba tras unos nubarrones.
Al llegar a determinada distancia se detuvieron, el saca entierros hurgó en su mochila y extrajo unas velas, las incendió con un fósforo formando una figura en el duelo al tiempo que rezaba algo a baja voz y arrojaba un polvo sobre la llama de las velas, se propagó un olor a incienso.
La luz azulosa que permanecía impavida de pronto se incrementó y de la nada apareció una persona sentada sobre un enorme cobre.
El saca entierros preguntó en voz alta "eres de esta o de la otra", el espectro le contestó con una voz de ultratumba, "sabes de donde vengo, no se porque preguntas tontería, que es lo que quieres?" el experto Lucía muy sereno "quiero liberarte para que puedas descansar en paz"; aquella aparición pareció molestarse, "me crees imbécil? ambos sabemos a qué vienes", el acompañante del brujo temblaba del miedo y de no ser porque las piernas no le respondían hubiese salido corriendo de allí.
"Ese tesoro ya no te pertenece, sólo te ata a este mundo, debes entregarlo, prometo pagar una misa por tu descanso eterno" propuso el experto. Aquel espectro soltó una espeluznante carcajada, "eres muy ingenuo si piensas que obtendrás mis ahorros tan fácilmente, sólo si vences a mi amigo será tuyo, si logras sacarle tres mantazos y darle una pencada en las nalgas al finalizar", "acepto" respondió el saca entierros, sin vacilar.
Sin decir más apareció un enorme astado negro como la misma noche, sus ojos eran como brasas y por sus narices emanaba humo.
El experto sacó de la mochila un trapo rojo y sin salirse de la figura formada por las velas invitó al toro con el trapo rojo; aquel animal escarbó y embistió ferozmente; el experto logró esquivarlo sin mover los pies. sólo inclinando el cuerpo... primer mantazo; el toro giro de inmediato y atacó nuevamente, por poco logra herir a su oponente quien le sacó el segundo mantazo; pero no pudo evitar la patada lanzada por el endemoniado astado con sus patas traseras, lo golpeó en el pecho, casi pierde el equilibrio. aguantó a pesar del agudo dolor en el pecho; aquel toro atacó dispuesto a acabar con su oponente quien sabía que era un duelo a muerte. Al tercer capotazo sintió el quemón del cacho en la costilla, se salvó gracias a su agilidad y al pasar el toro golpeó su anca con la mano abierta; aquel animal se volvió humo y desapareció... lo había vencido.
El espectro se levantó del cofre y dijo "es todo tuyo, haz con él lo que te de la gana, no olvides pagar la misa o iré por ti", sin esperar respuesta desapareció.
El tesoro era de ellos, el experto abrió el cofre y estaba repleto de brillantes monedas.
El acompañante corrió e introdujo las manos en el cofre y tirando las monedas al aire grito: "somos ricos nojodaaa", el experto intentó evitarlo pero fue muy tarde... el tesoro se esfumó con un fuerte estrépito.
Al sacar un entierro no se pueden decir malas palabras ni demostrar ambición, por eso se quedaron sin nada.
El experto nunca pudo recuperarse del golpe y la cornada y falleció un mes después, la gente comentó que se lo había llevado el entierro.
Por: Marto López

Ver mapa más grande

MITOS Y LEYENDAS DE MI PUEBLO



NOCHE DE BRUJAS
Saga Mitos y Leyendas de mi Pueblo.
Era una noche fria y oscura, una menuda garua golpeaba el rostro de José Cristino quien maldijo entre dientes haberse comprometido con el patrón a conseguirle aquellos conejos para el día siguiente, pero necesitaba aquel dinero pues ya venía en camino su quinto hijo y había que comprar los alistes. Menos mal y abundaba la caza y él era considerado como el mejor cazador de la comarca.
El haz lumínico procedente de la lámpara ajustada en la frente de José Cristino cortaba la penumbra escrutando el horizonte en busca del brillo de los ojos de los conejos.
Aquella noche la suerte no parecía acompañar al cazador pues a pesar de estar en una zona donde abundaban los conejos no había encontrado al primero.
La luz del foco iluminó unos ojos brillantes... falsa alarma, era una zorra patona, sintió que la cabeza se le ponia grande; aquello no era buena señal.
La llovizna arreciaba un poco y empezaba a ventiscar, "debí hacerle caso a esa vieja bruja hp," recordaba lo que le había dicho la vieja Genoveva su vecina quien era la curandera de la vereda. También su mujer le había rogado que no saliera esa noche, pero la necesidad como dicen - tiene cara e perro - por eso lo hizo.
Se había alejado más de lo acostumbrado y sólo búhos encontraba pordoquier, "nojoda yo voy es pa la casa" decidió por fin.
Emprendió el viaje de regreso con su mochila terciá y su escopeta al hombro; cansado, abatido por no alcanzar su objetivo. encendió su tercer tabaco de la noche lanzando un escupitajo.
A pocos metros, al borde del tupido bosque la luz de la lámpara enfocó la coneja más grande que jamás habia visto; presuroso le apuntó con su vieja escopeta y amartilló; el humo de la pólvora lo cegó por un instante y al disiparse se sorprendió al ver comiendo a la coneja como si nada; no solía fallar "debí recargar mal ese cartucho" pensó y avanzó un par de pasos y recargó con otro cartucho la escopeta y disparó, volvió a fallar "bueno y que me pasa esta noche nojoda, estoy jodio" se lamentó. Avanzó más hacia la coneja que parecía ignorarlo y seguía comiéndo como si nada en el mundo. recargó está vez con un cartucho original, apuntó y disparó... increíble pero la coneja seguía allí comiendo tranquilamente.
"choz, esa vaina es una bruja" pensó José Cristino al tiempo que un enorme pájaro pasaba volando sobre su cabeza y su canto era una risotada burlona y luego otra y otra. Se le puso la piel de gallina, sintió miedo por primera vez en su vida y salió corriendo pero tropezó con una enorme puerca y rodó por el suelo, aquella puerca reía burlandose de él.
Se levantó y salió corriendo como loco, el bosque parecía girar en torno suyo... estaba perdido.
Corría, sin importarle que la zarza lacetara su cuerpo y rostro, rasgando su vestido; tropezando, caía y se levantaba y siguió corriendo hasta caer extenuado... ya no supo más.
La mañana siguiente al no regresar se temió lo peor y se organizó un grupo de vecinos para buscarlo. Antes de salir la vieja Genoveva les aconsejó que miraran hacia arriba; no entendieron que quiso decir, pero lo comprendieron cuando encontraron a José Cristino subido en una bonga altísima, nadie se explicaba como había llegado hasta allá, pues subirse era imposible. Bajarlo tampoco fue fácil y más en las condiciones en que se encontraba.
Dicen que aquella noche había aquelarre, era noche de brujas, aunque solo eran chismes de la gente, lo que si es cierto es que José Cristino no volvió a salir de caza y cuando le hablaban de Brujas decía: "de que las hay las hay"
Por: Marto López
Ver mapa más grande

MITOS Y LEYENDAS DE MI PUEBLO



EL PENITENTE
Saga Mitos y Leyendas de mi Pueblo.
Es una historia verídica, sucedió hace un largo tiempo, cuando aún los alrededores donde está el pozo Pelinkú eran montes prácticamente vírgenes.
Un alma en penitencia es aquella que no ha podido entrar al cielo por que aún debe pagar algo en la tierra pero que no es tan mala para ser enviada al infierno; o sea, aún tiene una oportunidad de reivindicarse. Pero ocurre que algunas de estas almas al no poder cumplir su penitencia por cualquier motivo, terminan frustradas y se vuelven agresivas.
Dos señoras, cuyos nombres prefiero no mencionar, una tarde salieron hacia los lados del Pelinkú a recoger hojas de bija para teñir las esteras que elaboraban.
Aquella tarde veranera el sol brillaba imponente en el firmamento; las dos señoras conocedoras del terreno se adentraron por las trochas y fueron directas donde abundaba el bejuco de bija y recolectaron una buena cantidad, de pronto se formó un remolino y se llevó las hojas que habían juntado. Ellas se quedaron perplejas, no sabían que pensar ante lo sucedido, de pronto escucharon un ruido como si se acercara una manada de ñeques o guartinajas, lo que fuese venía llevandose por delante al monte.
Una de las señoras salió corriendo fuera del callo de monte y la otra decidió esperar a ver de qué se trataba; pronto se arrepintió porque lo que apareció fue un enorme esqueleto con fragmentos de ropa que medio lo cubrían.
Aquella señora corrió más rápido que una liebre y alcanzó a su compañera y de inmediato se desmayó. Duro tres días sin poder hablar.
Aunque siguieron dedicadas a las labores artesanales haciendo escobas, esteras y abanicos jamás volvieron a salir a recoger hojas de bija por miedo a volverse a encontrar al penitente.
Por: Marto López
Ver mapa más grande

MITOS Y LEYENDAS DE MI PUEBLO


EL PERRO NEGRO

No se exactamente que hora sería, debía ser cercano al filo de la media noche cuando desperté sobresaltado, dando un salto que casi me saca de la lullida y parcheada hamaca en la cual dormía; instintivamente miré hacia el camastro donde dormían mis padres; fuera, en el patio "Arandú" y "Solim" las mascotas de la casa aullaban lastimeramente de manera inusual así como todos los perros de la comarca. Aferrado con ambas manos al borde de mi hamaca, miré a mis padres quienes intercambiaron una inteligente mirada y mi mamá se llevó un dedo a los labios indicando que guardara silencio; se levantó intentando no hacer ruido e incendio con un fósforo la lámpara de tubo la cual colocó en un rincón sobre el piso alisao; a punta de pie se acercó donde mi y acariciando mis cabellos me dijo en voz baja "duerme", esto me tranquilizó un poco pero los perros seguían aullando, entonando un coro inquietante, que erizó mi piel.
Volví asomarme para mirar a mis padres, tenía miedo, pero mi orgullo era más fuerte, permanecían despiertos, aunque fingian dormir para tranquilizarme pero esa aptitud me intranquilizó aún más.
Era una noche de luna llena y la luz de la luna se metía por las rendijas de las pencas con que estaban hechas las paredes de aquella humilde vivienda campesina, aún sin terminar de empañetar sus paredes con bahareque (mezcla de cieno con estiercol de burro o caballo); la luz de la lámpara de tubo proyectaba caprichosas figuras dentro del cuarto.
Presentía que algo no está bien, mis padres fingian dormir y ni siquiera se movían para evitar hacer ruido y los resortes del viejo camastro no chirriaran; de pronto los perros emitieron ladridos lastimeros como cuando algo los golpea y escaparon a toda velocidad, volví asomarme a mirar a mis padres quienes permanecian quietos casi sin respirar.
La lámpara repentinamente se apagó al acabarse su combustible; me quedé quieto, reinaba el silencio y sólo se escuchaba a lo lejos los aullidos de los perros de las fincas cercanas; repentinamente, afuera unos pasos sobre las hojas secas, un respirar agitado y un gruñir gutural se escuchaban; aquello, fuese lo que fuere daba vueltas alrededor de la vivienda con suma paciencia, como al acecho, buscando por donde entrar.
Mi corazón se quería salir del pecho, latía a mil. No se que me impulsó y baje de la hamaca y me acerqué a las rendijas de las pencas sin empañetar, y justo alli, bañado por la luz de la luna estaba aquella cosa enorme, negro como la noche, ojos rojos como brasas, fauses enormes y babeantes... Me estaban mirando!.
Una mano enorme cubrió mi boca ahogando mi grito de terror... era mi padre, me cargo suavemente hasta la cama al tiempo que me decía "es el perro negro, no hagas ruido y pronto se irá", me acurruque en el pecho de mi mamá intentando que el viejo camastro no crujiera.
Fue la noche más larga de mi vida, mi corazón seguía latiendo fuerte; luego reinó la calma, cesaron los aullidos y el cantar de los gallos anunciaron un nuevo día.
Al día siguiente llegaron las noticias que en una finca cercana el perro negro le había matado tres perros sacado les las azaduras.
"Arandú" y "Solim" aparecieron a los tres días aunque nunca fueron las mismas mascotas de antes, el miedo vivía en ellos; al igual que en mí por mucho tiempo.

Por: Marto López
Ver mapa más grande