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domingo, 18 de septiembre de 2022

EL CONEJITO DESOBEDIENTE

Por: Marto López


York y Misy eran unos jóvenes conejitos que vivían en la pradera junto al gran bosque con sus padres; ellos estudiaban en la escuela que quedaba en un extremo de la pradera.
Su madre se levantaba temprano para alistarles para ir al colegio, les bañaba, vestía, preparaba el desayuno y revisaba que llevarán sus tareas correctamente realizadas; aquella mañana se les hizo un poco tarde, había estado lloviznando, les preparó su desayuno favorito, zanahorias con miel.
Papá conejo como de costumbre les advirtió alejarse del bosque porque en él habitaban muchos animales que podrían devorarles. 
York y Misy salieron de prisa, a la profesora no le gustaba que llegasen tarde; a mitad de camino York, que era muy hiperactivo, al mirar su reloj supo que llegarían tarde, no quería que la profesora le regañara y le dejara más tareas como castigo; le sugirió a su hermana Misy que tomarán el sendero que atravesaba un tramo del bosque y así llegar a tiempo; su hermana se sorprendió y se opuso rotundamente, recordándole las advertencias de su papá, pero York era terco y muy desobediente, dijo que él se iría solo; nada pudo hacerle cambiar de idea, Misy siguió por la senda acostumbrada, ella era muy calmada y consciente; la conejita estaba preocupada, sabía que la vida de York estaba en peligro.
York se adentró en el bosque por el sendero, pronto se dio cuenta que el bosque era como un laberinto y no sabía cuál sendero seguir; la vegetación era tupida, los árboles frondosos, escuchaba ruidos extraños por doquier, sintió mucho miedo.
A medida que avanzaba la visibilidad era menor, una espesa bruma cubría esa parte del bosque; no sabía hacía dónde seguir; de pronto escuchó un ruido cerca, un ronquido gutural que identificó de inmediato… el tigre!.
Corrió como loco alejándose del lugar, pero el felino parecía olfatearle pues le seguía los pasos.  Vio un enorme árbol con protuberantes raíces que formaban cuevas en su tallo y sin pensarlo dos veces se ocultó entre aquellas raíces.
- Mejor métete en esa caverna conejito,  es poco profunda y está desocupada, pues si te quedas allí el tigre te encontrará rápidamente.
Quien le habló desde una de las ramas del frondoso árbol era el señor búho. 
El conejito York dudó un instante, desconfiaba del búho, pero aquel ave tenía razón, así que saltó hacia la pequeña caverna, no demoró en aparecer el imponente tigre, olfateaba el ambiente y se detuvo frente al árbol.
- Que buscar por estos lares tigre, acaso perdiste algo?
- Deja de preguntar sandeces búho, no seas metiche.
- Deja el mal humor tigre, solo preguntaba.
- Tu que has estado allí acampado, y se que tienes buena vista ¿no has visto un conejo pasar por aquí?
- La verdad no, pero si hueles algo es porque anoche cene conejo y estoy bastante lleno, estaba delicioso.
- Cállate imbécil, no sigas, seguro te ventoseaste y el olor se propagó.
- Jajaja espero sepas disculparme
- Muérete…
El tigre se alejó de muy mal humor.
El búho espero un tiempo prudencial y llamó al conejito para que saliera.
- Ya se fue, tranquilo puedes salir con confianza
- No me vaya a comer señor búho, es que me perdí en el bosque y no se como llegar a la escuela.
El búho respiró profundo y meneó la cabeza circular mente, recordó algo que le había acontecido un día en la pradera cuando se golpeó contra un poste y se rompió un ala, sino fuera porque un conejo le ayudó y protegió hasta sanar su ala habría muerto, por agradecimiento prometió no comer conejos.
- Quizás no me creas pero voy a ayudarte a salir del bosque, pon mucha atención; hay una ruta que debes seguir, aunque es muy peligrosa, es la única manera que puedas salir con vida de este lugar, no debo intervenir es cierto, son los códigos del bosque, pero es un deber ético y moral que me mueve hacerlo por agradecimiento a los conejos que un día me ayudaron.
- Ayúdeme señor búho, me han dicho que usted es muy sabio.
- Deberás seguir hacia el norte, primero encontrarás una zona donde el bosque es menos denso, allí vive el tigre, ya lo has visto, es muy astuto y tiene buen olfato, procura que no te vea; luego encontraras una zona pantanosa de helechos y palmeras, allí vive el señor cocodrilo, si logras pasar el río encontrarás una zona descubierta, es la región del águila, tiene una excelente vista y es muy rápido para cazar; si logras pasar estarás fuera del bosque.
- Suena muy difícil, creo que será imposible para mi salir de este bosque.
- Todo depende de ti, si eres capaz de sobrepasar cada prueba mereces salir de aquí, si no estás convencido de ello, serás alimento de los depredadores.
El conejito York dio las gracias al búho y siguió por donde éste le había indicado; al llegar a la zona del tigre se le ocurrió una idea, se disfrutaría de zorrillo para engañar al tigre, así que tomó unas moras silvestres y se unto por el cuerpo, se hizo una frondosa cola con fibras de palmitos y se impregnó el cuerpo con flores de azufre.
Al pasar cerca de unas rocas de pronto el tigre le saltó al frente.
- Zorrillo acaso eres idiota? Estoy canso de advertirte que no pases por aquí, detesto tu fétido olor.
- Disculpa tigre, solo voy de paso.
- Hueles horrible insecto,  fuera de aquí…
- Ya me voy, no te enojes 
El zorrillo, digo el conejito, salió de prisa, con lo que no contaba era que se callera la cola; el tigre entonces recapacitó y se dio cuenta del engaño.
- Maldito conejo, me has engañado…
El conejo corrió como loco, el tigre lo seguía, pronto le daría alcance, era inevitable,  ya estaba a tiro de alcanzarlo cuando el conejito vio una madriguera y no lo pensó dos veces.
Se metió en la madriguera sintiendo el aliento del tigre cerca, este intento cavar pero la madriguera era profunda, estaba oscura, de pronto tropezó con algo o alguien,  ambos cayeron,  era el señor armadillo.
- Carajo quien diablos eres? Q haces en mi hogar?
- Usted perdone haber entrado así sin tocar; soy York el conejo
- Me importa un bledo quien seas, sal por donde entrantes o tendrás problemas…
- Por donde entré no, allí está el señor tigre que quiere comerme 
- Es tu problema, sal por allí y procura bañarte, hueles horrible.
El señor armadillo le había señalado otra salida.
- Gracias señor armadillo 
Al salir a cierta distancia pudo correr rápido y entrar en la zona pantanosa, pero el tigre se dio cuenta e inició la persecución; York era rápido y logró llegar al río y vio una empalizada natural, por allí podía pasar al otro lado, corrió veloz, detrás suyo el tigre se acercaba, sin saberlo y dada la prisa que traía, pasó por sobre el caimán que estaba en medio de la empalizada tomando el sol, cuando este quiso reaccionar ya York había pasado, pero se dio cara a cara con el tigre, se miraron con odio e iniciaron una feroz lucha; mientras el conejito se ocultó bajo un arbusto para no ser detectado por el águila; bajo ese arbusto encontró una vieja concha de un morrocoy que había muerto en ese lugar; era grande, podría caber dentro de él; pensó una idea genial.
El águila imperial vio con detenimiento aquella tortuga atravesar la planicie sin inmutarse.
York vio el límite del terreno destapado, estaba cerca; de pronto se dio de cara con unas afiladas garras que se atravesaban en su camino.
- Morrocoy, morrocoy, vas de paseo y no invitas?
Era el viejo águila.
- Voy a la pradera águila, a visitar unos parientes
- Porque tienes las patas tan peludas morrocoy?
- No he tenido tiempo de rasurarme
- Y esas orejas tan grandes?
- Son para oír mejor; bueno viniste a burlarte o qué?
- Por supuesto que no amigo morrocoy, solo que no había notado ni siquiera tu cola peluda.
- Tu tienes plumas y nadie te dice nada
- Mejor vete morrocoy, hueles feo a zorrillo mojado.
- Apenas ayer me bañe águila, en cambio de ti no lo creo
- Me baño cuando llueve, solo que estamos en verano, además no huelo mal.
- Eso dices tu.
- Lárgate infeliz y procura pegarte un baño.
Así el conejito York logró salir del bosque, cerca al colegio, donde lo esperaban ansiosos sus compañeros. Desde ese día se propuso ser más obediente y hacer caso a sus padres.
 
Fin

EL PECESITO QUE QUERIA VOLAR

Por: Marto López 



Se pasaba horas mirando volar a las aves desde un lugar estratégico en el arrecife; respiraba profundo cuando alguna pasaba por sobre su cabeza, con tanta libertad y elegancia; como le gustaría poder volar! Era su gran sueño, imaginaba el viento pegar en su cara… 
Todos los días llegaba puntual al sitio, Greco lo observaba entre burlón y extrañado,  y pensaba sobre lo que pretendía aquel escuálido pecesillo. 
Greco era un cangrejo adaptado a vivir entre las aguas dulces de los manglares y la salada del mar, era su ambiente.
Un día no pudo resistirse más y decidió abordarle muy discretamente para no asustarle.
- Te he estado observando día tras día pecesito y me gustaría saber que es lo que te atrae tanto.  No temas, no te haré daño, soy Greco
El pecesillo le miró de soslayo, a la expectativa, pero se mantuvo en su lugar, sin intentar huir.
- Hola soy Neko, miro a las aves, me gusta verlas volar.
- Es peligroso, esas aves que ves se alimentan de peces, podrían atraparte en un abrir y cerrar de ojos.
- Lo se, me lo han advertido, por eso escogí este lugar, les resultaría difícil sorprenderme.
- Si, el sitio no está mal, tienes razon; entonces es por eso que vienes a diario? 
- Me gustaría volar como ellas…
- Ja ja ja vaya si eres gracioso, acaso no sabes que los peces no vuelan, nadan
- Algunos vuelan
Dijo una vos ronca, traspasosa,  a sus espaldas, los dos voltearon rápidamente y allí estaba, imponentemente desgarbada, con su desteñido plumaje que indicaba su avanzada edad.
Era Gavy Tassos, famosa gaviota habitante del arrecife.
- Gavy no te sentí llegar
Dijo Greco
- Es mi costumbre ser sigilosa, silenciosa, al momento de cazar mi comida, pero no se preocupen, no es el caso; igual yo te he estado observando pecesito, se lo que deseas. 
- Oye Gavy, no pretenderas…
Dijo Greco poniéndose a la ofensiva 
- Claro que no, me permiten les contaré que una vez al intentar atrapar un bello pez de un cardumen en una playa lejana calculé mal el lance, me avergüenzo, y fallé el intento y caí al agua golpeándome feo y enredandome entre unos electos marinos, me estaba ahogando cuando él llegó, era un largo, brillante y estilizado pez, pensé que me demoraría, pero no, me ayudó a liberar y me condujo hasta una roca del alcantarillado, yo no podía volar, tenía un ala fracturada; pero ese pez si, lo vi salir de prisa, saltar y planear por las corrientes de aire usando sus largas aletas. Se unió a su cardumen y desaparecieron, no pude ni darle las gracias.
- Pero que dices Gavy, no puedo creer tu historia
- A mi me suena familiar, mi padre me contaba una parecida…
Dijo Neko tímidamente.
- Los peces no pueden volar, todos lo sabemos…
- No me incluyas Greco, he visto cosas aún más increíbles que eso en mis largos viajes alrededor del mundo
- Ya comenzaste hacer alarde de tus vivencias Gavy
- Como te llamas hijo?
Preguntó Gavy de repente.
- Neko
- Neko, no se como carajos viniste a parar por aquí, no es la zona que ustedes suelen habitar, eso queda muy lejos, hacia el norte; pero veo que necesitas ayuda, me siento en la obligación moral de hacerlo; aunque debo advertirte que el tiempo lo tengo limitado, pues debo cumplir un compromiso en el archipiélago en cinco días y me toca partir.
- Usted quiere ayudarme señor gaviota?
- Así es, mañana comenzaremos, tenemos tres días para lograrlo. Mañana temprano aquí estaré, no faltes
- Aquí estaré puntual señor
Gavy se elevó majestuosa agitando sus viejas alas.
- No pretenderán creerle a ese viejo y holgazán gaviota pequeño pecesito, seguro quiere devorarte…
- No me comerá señor Greco, puedo sentirlo, lo leo en sus ojos
- De veras eres ingenuo, además no creo que puedas volar, es una locura…
- Si no lo intentas no lo lograras; yo voy a intentarlo, se que puedo, es lo que deseo
- Vaya si eres terco,  en fin, aquí nos vemos mañana.
Al día siguiente,  bien temprano se encontraron los tres en el mismo sitio.  Gavy le dio las instrucciones a Neko de lo que harían y que le tocaba hacer mientras volaban.
- Bien, haremos varios intentos a una altura determinada,  mantén la respiración y cuando te suelte en el aire usa tus aletas y planea sobre las corrientes de aire como lo haces sobre las olas.
- Si, lo haré,  pero a que altura volaremos?
- Inicialmente lo haremos a baja altura, en las siguientes clases iremos aumentando la altura
- Esta bien
Greco permanecía callado, solo al momento cuando ellos se preparaban iniciar intervino.
- Gavy, has pensado en el riesgo que corre Neko? Acaso no ves a esas aves dispuestas a devorarlo a la primera oportunidad?
- Por supuesto que si, es más, ya hablé con ellos, no intervendrán 
- Aaah bueno
Gavy tomó a Neko entre sus patas con mucho cuidado y levantó vuelo hacia la playa abierta.
- Mantén la respiración, cuando alcancemos las corrientes de aire te soltar
Más adelante le gritó
- Listo Neko, allí vas…
Fue solo un instante, Neko se sintió flotar e intentó agitar las alas, pero fue tan rápido todo que calló al mar fuertemente.
Greco se tomó la cabeza con sus tenazas temiendo lo peor.  
- Uff que totazo se dio ese pobre pescadito,  ojalá este vivo
Neko salió de inmediato a la superficie, estaba sonriente, se notaba que el golpe no lo había afectado.
Al reunirse nuevamente Neko manifestó su alegría y deseos de seguir,  su instructor habló largo con él dándole instrucciones de lo que debía hacer para aprovechar las corrientes de aire; lo intentaron varias veces más y suspendieron para el día siguiente.
La siguiente mañana continuaron los ejercicios esta vez desde una altura mayor, no se notaba ningún avance significativo, solo que Neko había aprendido a caer mejor.
El tercer y último día siguieron, a mayor altura, la entrada al agua golpeaba más, Greco insistía en que suspendieron pues Neko se golpeaba muy fuerte al entrar al agua.
- Esta bien Neko, Greco tiene razón, este será el último intento, recuerda que debo partir.
Neko asintió, era justo, se preparó para el nuevo intento, estaba golpeado pero no podía demostrar debilidad en aquel momento.
- Te arrojaré desde más alto, has lo que te he indicado.
Neko estuvo de acuerdo y Gavy levantó el vuelo llevándolo entre sus patas; la brisa pegaba fuerte, al llegar a cierta altura Gavy le avisó y lo soltó, Neko al caer tensionó sus aletas y las movió con dinamismo, la brisa lo segaba, sintió que flotaba y se movía como un pájaro en el cielo, Neko estaba volando.
Greco estaba boca abierta, no lo podía creer.
- Lo hice amigos, pude hacerlo, pude volar, gracias a ustedes por ayudarme.
- Sabia que lo harías.
- ¿Por qué lo dices Gavy? 
Preguntó Greco
- Es que no te das cuenta bobo, es un pez volador, lo supe apenas lo vi
- Un pez volador? Acaso existen?
- Solo míralo…
Neko volaba sobre las horas con tanta destreza que parecía un ave.

Fin






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